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Mostrando entradas de enero, 2022

Herencia

  Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono.     — ¿Hola?   — Se murió.   — Me estás jodiendo.    — No, boludo. Se murió. Te veo allá.   — Pero la puta madre. Dale, ahí salgo.     Edgardo estacionó a tres cuadras del hospital y empezó a caminar mientras puteaba a todo el barrio de Almagro. Cuando llegó, subió directo al segundo piso en donde ya lo esperaba Raúl.     — ¿Y?   — Están con los papeles, no sé. Dicen que en un rato salen a hablar.   — ¿Qué le pasó?   — No sé, me llamó una con voz de pendeja y no le d i mucha bola. Algo del corazón, pero no sé.   — Qué puntería. Ya había armado todo y hasta tenía el escribano para mañana.   — ¿Y no hay forma de sacarla de la sucesión?   — Y…no.   — Qué hija de puta.     Fueron hasta una máquina de café al final del pasillo y marcaron dos cortados con gusto a nada. Raúl puteaba, Edgardo revolvía el café en silencio y asentía cada tanto con la cabeza.   Del ascensor salió una mujer extremadamente flaca, de unos 50 años. Estaba bien vest