Los nostálgicos
Terminada la guardia de la noche, me vine al centro a hacer unos trámites, pero como la oficina no abre hasta las diez, me metí a desayunar a un bar cómo hacía muchos años no hacía. Siempre me gustaron los bares antiguos, casi enteramente hechos de madera, de esos que sirven las medialunas en un platito de metal. Me dan a película de época y disfruto de vivir en esa escenografía bastante anterior a mi. Hay dos tipos de personas que disfrutan de estos bares, los fantasiosos como yo, que juegan a imaginarse en una película de Woody Allen, y los nostálgicos que vienen para sentirse como hace treinta o cuarenta años, cuando entraban a tomar un café a un bar moderno. Lo fascinante de los nostálgicos, es que viven suspendidos en el tiempo, no solo con los bares, sino con las conversaciones y las ideas. En la mesa de al lado, por ejemplo, un señor y una señora charlan sobre la muerte de las remiserías. Uno pensaría que en estos tiempos, si a alguien se le da por hablar de la muerte de un medi